

Rafael Octavio Lantigua
Los feminicidios y los Pseudos fiscales y, ¡tantas barbaridades!
Lo peor de la pobreza es la “pobreza y la mediocridad del alma”. La lealtad, la fidelidad, como un acto de sedición debe ser la integridad de la verticalidad y la nobleza que envuelve la figura de la justicia. Se está envenenando con el mal del toxico venenoso de la barbaridad y el brazo largo tenebroso de la corrupción, en donde se desenmascaran algunos pseudo acomodadores, de expedientes y expertos falsificadores de sentencias como trafico de mamotretos infelices.
No solamente se perjudican los envueltos en la maraña y espiral de los escándalos de los fiscales, también la misma víctima y como ejemplo tenemos la famosa “ponedora de Villa Vásquez”, presa en estos momentos, y la olla de grillos de los casos de San Pedro de Macorís en donde perecieron por mal manejo de la Justicia, en manos de fiscales, dos valiosas mujeres, madres, en manos de esposos psicópatas, vacios e inseguros que no controlaban sus emociones, y deseos de venganza.
Tenemos también el caso del maniático aberrado Ambiorix Nepomuceno a quien se le acusa de haber torturado y violado a una profesional de Puerto Plata llamada Paola. Este personaje se dice que no solamente burló de los tentáculos de la justicia dominicana, y ahora dice frente a una sociedad impotente que es inocente, pero como el juicio viene , esperemos los resultados.
Se colige la elaboración de una Ley de familia para arrancar completamente ese fenómeno flagelo, de estos casos y otros intocables que son obnubilados por poderes compradores de conciencia. Parte de esos valiosos jóvenes fiscales, con poco bagaje y aval de madurez, huérfanos de experiencia y nombrado por politiquería, muchos toman la justicia como un relajo y no sopesan que por culpa de un desliz se puede cometer hechos desdeñables que enlutan y llenan de vergüenza al espectro de la misma justicia, y la honorabilidad de muchos jueces meritorios, y honrados, y fiscales duchos, que hay.
Los casos de Paola Languasco, y Juana Domínguez, y Anibel González, son secuelas de la falsificación de esos expedientes motrencos, y también la misma larga lista de otras mujeres vilmente asesinadas. Muchas son referentes dentro de los execrables baños de sangre protagonizados por asesinos patológicos.
EL AUTOR ES POETA Y ESCRITOR
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