
El intelectual y su realidad

Enmanuel Castillo.
• Diversificación y profusión de la obra intelectual
La transformación registrada por el país en los últimos 50 años, ha traído consigo la diversificación de las estructuras sociales, ocupacionales y tecnológicas, acompañadas con los procesos de la masificación y del anonimato en el contexto del urbanismo moderno, con lo cual se han modificado las viejas estructuras de la familia, la escuela y la comunidad vecinal. Estamos transitando, como diría Gino Germani, de una sociedad primaria y afectiva de corte tradicional a una sociedad moderna con predominio de las relaciones secundarias, dentro de grandes organizaciones que promueven las relaciones impersonales y el anonimato anómico.
• Debilidad de su incidencia
Pese a la mayor proliferación del estamento intelectual en la nueva sociedad, su incidencia sobre el rumbo que sigue la nación, se ha ido relativamente debilitando y haciendo menos visible. Su producción, como toda mercadería, se ha hecho fugas y rápidamente desechable, al tiempo que los centros donde preferiblemente se desempeña el intelectual, como son las academias y los centros de pensamiento, ya tampoco tienen la gravitación que alcanzaron en tiempos pasados, por ejemplo, las universidades como la UASD y la PUCMM en las décadas de los 70 y los 80.
El mercantilismo, la masificación y la diversificación del mundo empresarial y económico, así como la revalorización del oficio del político como expresión de una nueva clase gobernante, han hecho cada vez más invisible el estamento de los intelectuales.
Con la caída del bloque soviético, Estados Unidos y Europa, como paladines del sistema capitalista, impusieron al mundo el modelo de la economía de “libre mercado”. En nuestro país a partir del 1996 esta estrategia se inició con la política de la privatización, diezmando la capacidad del Estado como propietario de empresas, tal como lo heredara de la tiranía de Trujillo.
Con la apertura del país a la globalización se fueron cimentando los procesos de la diversificación y transformación de la economía, la cual evolucionó de una economía agro-industrial a una economía de servicios, turísticos, zona franca y remesas, expandiendo y diversificando la estructura de clases, especialmente de la clase media y empresarial promoviendo un fuerte proceso de movilidad social y geográfica del campo a la ciudad.
La cultura mercantilista se fortalece en torno a la necesidad de que la gente disponga cada vez más de dinero para dinamizar el intercambio y consumo de bienes. En esa nueva dinámica todo movimiento con incidencia económica, se aprecia en términos de dinero, para cuyo logro los actores sociales se ven obligados a “buscársela como quiera”, para lo cual hay que flexibilizar la presencia de la ética y los criterios de la licitud en la toma de decisiones, haciendo predominar el criterio de “lo conveniente”. Ese objetivo de la vida, en el marco de un mercado libre con débil regulación normativa y valorativa, a medida que se iba materializando, comenzó a desmoronar los viejos valores tradicionales en torno al trabajo honrado y rutinario, cayéndose en la flexibilización de la conducta a la hora de conectar los medios con los fines, despojando de esa relación medio-fin el componente de lo ético y su consecuente respeto por la licitud, presentes a nivel normativo en el Marco Jurídico de la nación. La violación a la Ley se ha legitimado de tal manera que en el Estado y en la población reinan la corrupción y la impunidad, apoyadas y estimuladas por la cultura todavía vigente de la informalidad primaria y afectiva.
De esa forma se comienza a imponer la máxima cultural pervertida de que “to’ e’ to’ y na’ e’ na”, de donde la conducta colectiva empieza a ver como normal la distorsión de la corrupción y de la conducta degenerada. En ese contexto lo importante es el dinero, limpio o sucio. Este patrón cultural cobra mayor fuerza y vigencia bajo el impulso del proceso de movilidad social inducido por la nueva clase política gobernante, la cual se ha conformado por emergentes desclasados provenientes del mundo de la marginalidad y la pobreza.
La ambición por el dinero y el soslayo de lo ético, lo lícito y lo moral, son actitudes muy presentes en el comportamiento de la nueva clase política, así como en los evasores, los narcotraficantes y en otros actores y “oportunistas” que han asaltado el poder mediático y del Estado, que surgen con la transformación social auspiciada en el marco de la economía neoliberal.
En ese contexto valorativo y social, el empresariado, estamento fundamental para la estabilidad y desarrollo de la nación, también se ha despojado del antiguo “espíritu desarrollista”, que exhibiera en la primera fase de la transformación del país, donde auspiciaba junto al sector público y la cooperación internacional, un modelo económico basado en la iniciativa privada, la transferencia tecnológica y la profesionalización de las ocupaciones dentro del Estado y de la Empresa para fortalecer y consolidar la democracia dominicana.
La estrategia de la economía neoliberal, se ha complementado en el plano del manejo del Estado, con la estrategia de la llamada gobernabilidad, la cual ha buscado la estabilidad política mediante la aplicación de un modelo de “democracia clientelar” que responde a la política mercantil en el contexto extremo del “libre mercado”, donde las lealtades partidarias y el voto como cualquier otra mercancía, se compran y se venden al mejor postor en un “mercado de agentes libres” y en una “feria electoral de compra y venta de conciencia”.
La política en la “democracia clientelar” y mercantilista se convierte en negocio que encarece la política, al tiempo de incorporar al modelo de la gobernabilidad, la confusión y fusión del rol de empresario y del rol del político. La simbiosis así creada hace que el empresario quiera ser político desde el Estado y el político también desde el Estado se convierta en empresario, aprovechando su paso por el Estado. Con esa confusión se pasa a privatizar la función pública, además que se pierde la orientación por el desarrollo, sustituyéndola por la orientación de los “negocios”. La política se hace negocio.
De esa manera, surge como una consecuencia de esa estrategia de gobernabilidad, el fortalecimiento del fenómeno de la hipertrofia del Estado, que asume dimensiones extraordinarias, llenando al Estado de una nómina improductiva y supernumeraria, que solo busca, bajo la consigna de “pagar para no matar”, el apoyo y el voto para la estabilidad política, inmovilizando a la población y a sus movimientos de resistencias. La gran masa de individuos de clase media, resulta ser la categoría de los “acomodados”, que más que desear el cambio de situación, se conforman con que “todo siga igual”, independientemente de sus posiciones políticas verbales.
• Confusión del rol del político y del empresario
Cabe en este momento detenernos y dedicarle algunos párrafos a un factor determinante del cuadro de distorsiones que acabamos de describir. Nos referimos a la confusión y fusión que se ha dado en los países que se rigen por la estrategia de la economía neoliberal en su vertiente más extrema del “libre comercio”, tal como lo ha sido la simbiosis entre el rol del político y el rol del empresario, confusión que estimula la tendencia global que viene favoreciendo el proceso de la derechización de la política a nivel mundial, en Latinoamérica y también aquí en la RD.
En efecto, es una tendencia observable en la globalización que los empresarios cada vez quieren ser políticos o asociarse con los políticos, mientras que los políticos aprovechando su paso por el Estado quieren hacer negocios, cayendo en una competencia desleal que distorsiona el funcionamiento de la competencia económica, desde la óptica del “libre mercado” competitivo. El “tráfico de influencia” y los conflictos de intereses superan la prohibición de que el político comparta al mismo tiempo el rol de político y de empresario.
• Efectos distorsionantes
De esa manera el neoliberalismo en nuestros países, introduce una seria distorsión a los principios sociológicos que describen y guían el funcionamiento de los sistemas sociales modernos. En éstos, en las sociedades modernas y en las posmodernas, se reconoce la vigencia del principio de la “especialización y diferenciación de funciones”, que en política se expresa en los principios de “la separación de los poderes” y de “la alternabilidad”.
Esa distinción quiere decir que una cosa es ser político especializado en el manejo del Estado y otra distante y diferente es ser empresario, administrador de las empresas, tal como lo reconociera el ex presidente chileno Ricardo Lagos al salir del poder.
Al fundirse y confundirse ese principio de diferenciación y especialización de funciones, la economía ha desarrollado la tendencia hacia su desregulación, cada vez más “libre comercio”, estimulando la aparición de la Ley del monopolio, propia de toda sistema económico desregulado, y con lo cual no solo se desatan los males y distorsiones de los poderes fácticos, sino que emergen con fuerza los “demonios” de la concentración de la riqueza y la desigualdad, así como los ataques despiadados a la naturaleza, tal como lo hemos vistos en la Amazonía brasileña y en otros países de la América del Sur. Aquí esas tendencias nocivas se ven en la deforestación de nuestras cuencas y en la degradación de la red hídrica del país.
La conversión de la política como negocio fruto de la confusión en los roles de empresarios y políticos, que el modelo neoliberal ha introducido en el manejo del Estado, ha hecho asimismo que predomine una privatización mal entendida que abarca la privatización de la función pública, distorsión responsable de la ineficiencia del estado como ofertantes de servicios, pero peor aún como impulsor del desarrollo. En ese orden se ha desvanecido la misión del desarrollo como responsabilidad del Estado y la misma se ha sustituido por el espíritu de hacedor de “negocios”, germen de la perversión de la corrupción, la impunidad y del oportunismo.
• Exhortación final
En consecuencia, hay que detener las tendencias que inciden en la confusión que funde el rol del empresario y del político y su secuela de distorsiones, para intentar controlar los efectos nocivos que el capitalismo “salvaje” ha traído consigo en cuanto al manejo del Estado y en materia de la desigualdad social y la destrucción del medio ambiente.
El estudio erudito de ese cuadro situacional de la realidad nacional y de la actual humanidad, tiene que ser preocupación permanente de los intelectuales, aunque éstos se desenvuelvan en un contexto social que los relega y los considera inútiles y estorbos.
La reflexión profunda de esos procesos que distorsionan el curso de la humanidad y sus máximos ideales, debe ser el objeto de preocupación de nuestros intelectuales como también los del mundo.
La humanidad tiene que reflexionar sobre esas tendencias y esas perspectivas que el pensamiento crítico nos ilustra con ejemplos descarnados.
Atendamos, pues, a los señalamientos de los intelectuales críticos de nuestro país y de los males de la globalización neoliberal.
Muchas gracias
Enmanuel Castillo
Santiago, 31 de agosto 2019
Alianza Cibaeña.
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