Luego de, el ahora rutinario chequeo de seguridad, que era totalmente nuevo para mi en ese entonces, y de una pequeña espera para el abordaje, todo estaba listo. Me iba a Caracas, Venezuela. Por primera vez podía ver mi tierra desde arriba y no sólo el horizonte como tantas veces lo hice añorando este momento.
Luego de cerca de dos horas de vuelo vi, tras la ventanilla, las costas de Maiquetía mientras el avión hacía el descenso hacia mi destino, el aeropuerto Simón Bolivar. Allí comenzó un recorrido que para mi se convertiría en la mejor imagen que pude haber guardado de ese hermoso país, el cual, lamentablemente, hoy vive tantas calamidades.
El Palacio de Miraflores era otra cosa, caminar el Boulevard de Sabana Grande era otra cosa, la plaza Simón Bolívar, el edificio de Venevisión, la isla Margarita, la impresionante Colonia Tovar, todos eran lugares que dejaron muy bellos recuerdos en mi mente y que al día de hoy me apena escuchar en lo que se han convertido.
Pero no todo mal dura para siempre y sé que pronto esa Venezuela que me recibió desbordante de belleza, pronto retomará su esplendor, y allí estaré yo, visitándola nuevamente para refrescar la imagen que en mi mente se grabó y así poder decirle: estás tal como te recuerdo, bella Venezuela.